Hace muchísimos años había en Grecia unos seres muy importantes que eran los dioses.
Tenían muchos poderes mágicos. Apolo era uno de ellos. Siempre estaban inventando juegos y fiestas para divertirse.
Un día Marsias le dijo a Apolo: Yo toco la flauta mejor que tú. Vamos a verlo, dijo Apolo. Hagamos un concierto.
Sí, dijo Marsias; pero tendrá que haber un jurado. De acuerdo, dijo Apolo. Elegiré un jurado.
Entre el jurado estaba el Rey Midas, que dio por ganador a Marsias.
Apolo se enfadó tanto con Midas que, con sus poderes, hizo que le crecieran unas orejas de burro.
Como las orejas de burro le daban mucha vergüenza, las escondía bajo un sombrero. Pero un día tuvo que ir al peluquero, que al verle las orejas dijo. ¡Qué atroz¡: ¡Si tiene orejas de burro!
Midas le dijo: Es un secreto muy, muy secreto. Y si lo dices, te pondré el mayor castigo que hayas conocido.
El peluquero no era capaz de guardar el secreto, pero temía el castigo del rey Midas.
Cuando no se pudo aguantar más, cavó un hoyo cerca de un río y, asegurándose de que no había nadie cerca, gritó en él con todas sus fuerzas: ‘El Rey Midas tiene orejas de burro’.
Y entonces tapó el hoyo con tierra. Por fin se veía libre de su secreto.
En el sitio del hoyo nació una caña, y como la tierra sabía el secreto, ella también lo supo. La caña, muy bajito se lo dijo a sus vecinas cañas: el Rey Midas tiene orejas de burro.
Los pajarillos lo escucharon y lo dijeron a otros pájaros.
Melampo, que era un hombre que entendía el lenguaje de los pájaros, le dijo a sus amigos: ‘El Rey Midas tiene orejas de burro’, y un día le dijo al mismísimo rey Midas: ¡Enséñanos tus
orejas de burro!.
El rey, enfadadísimo, buscó al peluquero y lo castigó a la pena más severa. Y se encerró en su palacio para que nadie nunca viera sus orejas de burro. Y algunos días se oía al viento decir: El Rey Miiidaaas tiene orejas de buuuurroooo… El Rey Miiidaaas tiene orejas de buuurroooo…
FIN
Adaptación: Mª Teresa Carretero García